jueves, 27 de octubre de 2011

Carta abierta a quien quiera dedicar unos minutos a los futuros arquitectos que se forman en Granada

Tener la suerte de estudiar una carrera universitaria es motivo de alegría y satisfacción. Poder elegir la que de verdad realice al estudiante es todo un privilegio. Años de estudio y ojeras formándose con la emoción contenida de desempeñar la profesión que se admira. Ilusionante.

El primer paso es difícil, y más rondando los 18 años, donde los sueños y emociones de la patente adolescencia nublan el raciocinio y el consenso de las ideas. Elegir la carrera que, seguramente, determine el futuro profesional y el modo de vida de un joven es muy complicado ¿se sabe escoger la mejor opción?. Hay valientes que eligen con los ojos vendados, sin escuchar consejos y recomendaciones, que se mueven únicamente por su vocación.

Irremediablemente hay carreras con salidas laborales limitadas y específicas, la vocación aquí cumple un papel primordial.

La arquitectura es una de esas disciplinas. Tan completa, tan llena de contenidos dispares, con tantas disciplinas como incógnitas por resolver. Historia, estructuras, construcción, urbanismo, diseño, matemáticas, geometría, dibujo…todo un mundo de inquietudes.

Desde la experiencia, y a punto de concluirla, el trayecto ha sido largo, tedioso pero, por qué no, satisfactorio. Sin duda, si tuviera que volver a decidir me decantaría por la arquitectura nuevamente. Lo que no tengo muy claro es si la estudiaría en Granada.

Por todos es conocida la precaria situación a nivel de infraestructuras que la E.T.S.A. posee, más de una década hacinados en la antigua Escuela de Informática, espacio en el que profesores, personal de la universidad y alumnado, hacemos malabares para impartir, trabajar y cursar nuestros estudios. Vaya por delante mi agradecimiento a todos ellos y mi denuncia a los responsables de que esta situación se mantenga. Por cierto, parece que las obras del Palacio del Almirante (Hospital Militar) sede oficial de la E.T.S.A se reanudan…sede que más de una docena de generaciones no habremos conocido.

Culminados los cinco cursos, rara vez en cinco años, el último escalón que nos separa del cada vez más incierto futuro laboral, es la realización de un proyecto fin de carrera, proyecto que aúne, demuestre y exponga la capacidad y entendimiento de todas las materias estudiadas por el alumno. Debería ser un motivo de alegría, una aventura fascinante aglutinar en un proyecto todos los años de aprendizaje. El PFC sería un maravilloso motor de la Escuela, un ejemplo para los que empiezan la carrera, un objetivo alcanzable, la demostración de que se puede. Como me dijo hace poco un profesor y amigo: “si el PFC funciona, la Escuela funciona”.

Pero no es el caso, no funciona. Todas las ilusiones, todas las ganas, todo el esfuerzo, ver el final de la época de estudiante y el principio de la de arquitecto…todo, absolutamente todo, se choca de bruces contra un muro. Adjudicaciones de grupos, proceso de corrección, entrega, criterios de evaluación y exposición son los ingredientes de un completo despropósito que, sinceramente, hacen plantearse de nuevo ¿ha sido la arquitectura la opción correcta?.

Es muy frustrante que antiguos alumnos de Escuela (y algún que otro profesor también) espeten: “acaba cuanto antes, hazlo rápido, como sea, y fuera…no merece la pena.”

En mi caso, como otros muchos compañeros, estoy en la primera etapa. Lo que nuevamente debe ser ilusionante por afrontar un reto más, se ha convertido en la más absoluta de las desilusiones. Y todo por la ineficacia de gestión y administración de la propia Escuela. No sé quién es el responsable, creo que hay demasiados, tampoco me interesa.

El funcionamiento administrativo del PFC consiste en, de forma individual, desarrollar una idea elegida por el alumno de entre unos temas propuestos y contar con la ayuda de un tutor-profesor que, en escasas horas de clase-taller, orienta y apoya al alumno en el desarrollo de su PFC. Para ello la E.T.S.A. adjudica profesores y “aulas PFC” con cierta afinidad por algunos de los temas propuestos. Evidentemente, el alumno, eligiendo libremente el proyecto, intenta “corregir” con el tutor afín al tema dado, siempre dentro de las posibilidades y capacidad limitada del aula-taller.

Pues bien. El total despropósito de nuestra Escuela comienza poco antes de la matrícula.

El procedimiento lógico debería ser: Conocidos y presentados los temas previamente, así como los tutores asignados, el alumno pasa a matricularse del grupo que, en función de horarios y preferencias, considere óptimo e ilusionante. A partir de aquí, conformar los grupos, y si es necesario, asignar más horas a los temas/profesores demandados, a fin de que, de forma mayoritaria, los alumnos desempeñen su último ejercicio académico con cierta comodidad y según sus preferencias. Por supuesto, todo dentro de una cierta sostenibilidad y equilibrio entre grupos.

Agárrense, que ahora viene lo bueno.

El procedimiento seguido ha sido: El alumno se matricula a ciegas con un profesor, el cual le parece más o menos acorde como “confidente” a la hora de desarrollar un proyecto. Ojo, profesor del que no conoce ni temas preferentes, ni horarios de aulas, pues aun no se han expuesto temas y mucho menos asignado los mismos, y tampoco los horarios. Es decir, el alumno, de primeras, paga. Cumplimentado el pago de forma religiosa, comienzan a exponerse con cuentagotas los nuevos temas a escoger. Informados los alumnos de los temas, el siguiente paso consiste en rezar para que el tutor que se desea y el tema escogido concuerden, y si no es así, “apáñatelas como puedas”. Queda el último y más sofisticado paso. Hacer efectivo el tema, profesor, aula y horario deseado. ¿Cuál ha sido el sofisticado procedimiento que la ETSA ha tenido a bien utilizar para ello? El conocido método de “mariquita el último”. Sí, como suena, “el día 15 de octubre se procederá a elaborar las adjudicaciones de las aulas PFC”.

-Oiga, pero que yo me he matriculado con este profesor…

-No, tu elección en la matrícula no tiene ninguna validez, no es vinculante.

Por cierto, el 15 de octubre fue sábado, por lo que se retrasó al lunes 17.

Lunes 17 de ocubre, 7 de la mañana, y ya hay alumnos esperando en cola a que comience la adjudicación, anunciada para las 9. De ese tema se ha tenido que encargar la Delegación de Alumnos, supongo que en la dirección no han querido ver las caras de indignación del alumnado. Apuntados todos, más o menos satisfechos los primeros, muy cabreados los últimos, se avisa que: “las listas no son definitivas, atendiendo a criterios aun por definir se reorganizarán las solicitudes” Es decir, que la elección por el método “mariquita el último” tampoco es vinculante. BRAVO.

Hoy, 27 de octubre, han salido las listas ¿definitivas?. Total y absoluto cabreo colectivo. Sólo diré que en mi caso, no tengo el profesor que solicité, me han asignado otro, el cual, no lleva entre sus temas preferentes el que yo quiero desarrollar. Tampoco sé con qué criterios me han denegado mi petición.

¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Desarrollo el proyecto por mi cuenta y le pido como favor personal a los profesores con los que tengo un poco de confianza que me echen un vistazo? (Probablemente antes les tenga que explicar el enunciado del proyecto) ¿soy conformista y me quedo con lo asignado, que por supuesto no me ilusiona, pese a ser el último ejercicio de estudiante?

Podría empezar a exponer el “maravilloso” sistema de evaluación de los proyectos, pero, ¿para qué?, si ni siquiera sé si voy a empezarlo.

No soy pesimista, pero, señores de la E.T.S.A., Universidad de Granada, me hacen replantearme si de verdad han merecido la pena los años que llevo como universitario. Me hacen replantearme si quiero ser arquitecto.

A pesar de todas las zancadillas que nos ponen, quiero creer que sí.